En los últimos cincuenta años, el entusiasmo por el hidrógeno se limitaba en gran medida al sector del transporte. El interés por él repuntaba regularmente en paralelo con el precio del petróleo y del gas y decaía cuando la factura de estos volvía a bajar. Con la creciente preocupación por los efectos del cambio climático y la concienciación sobre el potencial del hidrógeno como ayuda para reducir mucho las emisiones, el interés por todas las formas de hidrógeno, pero sobre todo por el H2 verde generado con energías renovables, se propaga ahora por todos los sectores de la economía.
El aumento del uso del hidrógeno para sustituir los combustibles fósiles y almacenar energía permitiría alcanzar los objetivos marcados en el Acuerdo de París, en la estrategia de neutralidad climática de la UE para 2050 y en la Ley sobre el Cambio Climático del Reino Unido, por nombrar solo algunas de las políticas vigentes en países de todo el mundo.
Solo el hidrógeno puede contribuir a que prosiga el rápido crecimiento del sector de las energías renovables y, con él, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. De hecho, el coste cada vez menor de las energías renovables y su proporción cada vez mayor en nuestro mix energético están llamando rápidamente la atención sobre el potencial del hidrógeno para almacenar energía solar y eólica.
Ahora el reto es crear un nuevo ecosistema que aproveche las posibilidades del hidrógeno para lograr cambios duraderos.